Por Rafael Bisquerra
Resilience es una palabra inglesa, de difícil traducción al castellano, que se viene utilizando con creciente profusión. Su significado es algo así como resistencia o elasticidad. Se utiliza en ingeniería para referirse a la resistencia o elasticidad de los metales.
En su sentido actual, la resiliencia es la capacidad que tiene una persona para enfrentarse con éxito a unas condiciones de vida sumamente adversas (pobreza, guerras, orfandad, crisis, etc.).
La resiliencia como realidad humana se remonta a los orígenes de la humanidad. Desde los albores de la civilización, la resistencia a la adversidad ha sido un factor que ha impulsado a las personas a seguir adelante a pesar de los obstáculos y dificultades, posibilitando el desarrollo y devenir histórico.
Los que trabajan con niños saben que algunos tienen resiliencia y otros no. Lo cual ha dado lugar a líneas de investigación sobre la resiliencia infantil y sus repercusiones en la vida adulta.
Una persona con resiliencia es como un corcho, como decía José Manuel Esteve, ha quien quiero rendir un homenaje en este texto. ¿Qué le pasa al corcho? Que no se hunde. La persona con resiliencia no se hunde ante las adversidades y las crisis.
La tolerancia a la frustración es una de las características de las personas con resiliencia. La diferencia entre una persona que tiene un alto nivel de tolerancia a la frustración y la que lo tiene bajo puede depender de como responde a esta pregunta: ¿lo voy a poder soportar? La persona con un nivel bajo piensa: «Esto no hay quien lo aguante. No lo puedo soportar». Y se hunde. La persona con un nivel alto piensa: «Esto no me gusta ni lo he buscado. Pero creo que si me lo propongo voy a poder superarlo». Y encaja el golpe y sigue adelante.
Existen muchos factores sociales de riesgo: crisis económica, desprestigio de la política, crisis de valores, desempleo, pobreza, etc. Si nos encontramos en alguna de estas situaciones, ¿estamos en condiciones de superarlo?
Que la respuesta sea afirmativa o negativa depende de muchos factores. Que una persona se sienta capaz de superarlos y lo supere es un indicador de resiliencia.
Diversas investigaciones han aportado evidencias de que las personas con resiliencia, incluso en las situaciones más adversas tienden a poseer ciertas habilidades emocionales básicas: sociabilidad, auto-confianza, optimismo, resistencia al fracaso y a la frustración, la habilidad de superar rápidamente los contratiempos y una “naturaleza fácil”. Tienen una «naturaleza fácil» aquellas personas con las cuales es fácil relacionarse; son sociables y flexibles. Hay personas que parece que transmiten energía positiva, que estar con ella es reconfortante, a pesar de las adversidades. Todo esto tiene mucho que ver con la inteligencia emocional.
En tiempos de crisis se impone formar (o entrenar) personas para que sean mas resilientes. Lo cual significa educar en competencias emocionales que permitan reconvertir la adversidad en perspectivas de futuro caracterizadas por la esperanza, ilusión, optimismo, compasión y amor, … a pesar de todo.
«La resiliencia es caminar a través de la adversidad y salir reforzados. Caer siete veces y levantarse ocho.»