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El cuento de la tortuga

Por Rafael Bisquerra

Cierto día se encontró con una tortuga mayor, con mucha experiencia y sabia en muchos aspectos. La tortuguita le dijo a la mayor: “La escuela no me gusta. No puedo portarme bien. Y si lo intento, no lo consigo. ¿Qué puedo hacer?”

La tortuga mayor le respondió: “La solución está en ti misma. Cuando te sientas muy contrariada o enfadada y no puedas controlarte, métete dentro de tu caparazón. Ahí dentro podrás calmarte”.

Para escenificar esta secuencia va muy bien tener unas tortugas como las figuras adjuntas. Son tortugas de ropa, que se pueden manipular con las manos, de tal forma que se puede poner la cabeza dentro del caparazón. En caso de poder disponer de tortugas de este estilo, se puede representar con las manos. Se hace la representación cerrando con una mano el puño de la otra. Se procura que el pulgar pueda sobresalir como si fuese la cabeza de una tortuga que se repliega en su concha.

La tortuga mayor continuó diciendo: “Cuando yo me escondo en mi caparazón hago tres cosas. En primer lugar me digo “Alto”. Luego respiro profundamente una o más veces. En tercer lugar me digo a mi misma cuál es el problema”.

Después de esta explicación, las dos tortugas practicaron juntas varias veces. Pasado un rato de práctica, la tortuguita dijo que ya deseaba volver a clase para comprobar la eficacia.

Otro día, la tortuguita estaba en clase cuando una compañera empezó a molestarla. Apenas comenzó a sentir que se despertaba la ira en su interior, que se le calentaba la sangre y se aceleraba el ritmo de su corazón, recordó lo que le había explicado la tortuga mayor. En ese momento se replegó en su interior, donde podía estar tranquila sin que nadie la molestase. Luego pensó en lo que podía hacer. Hizo varias respiraciones profundas. Después salió de su caparazón y observó que la profesora le sonreía.

La tortuguita practicó esta estrategia muchas veces. No siempre conseguía controlarse. Pero, poco a poco, el hecho de replegarse dentro de su concha fue ayudándole a regular mejor su ira. Con el paso del tiempo llegó a controlarse casi siempre. Esto le permitió tener más amigas y disfrutar de ir a la escuela.

Hasta aquí el cuento de la tortuga. En clase, además de explicarlo, se puede representar. Un niño puede hacer de tortuguita y otro de tortuga mayor. Los papeles se pueden intercambiar. De esta forma todos los niños van adquiriendo gradualmente la capacidad de asumir los distintos puntos de vista.

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